Cuentos
“Los cuentos sirven para dormir a los niños y para despertar a los adultos”
Jorge Bucay
UN MAR DE FUEGUITOS
Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso – reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
¿ Y tú qué fuego eres?
EDUARDO GALEANO
NUESTRO MIEDO MÁS PROFUNDO ES A SER PODEROS
Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.
MARIANNE WILLIAMSON
LA NUEVA TIENDA
Una noche, una mujer soñó con una tienda nueva que se había inaugurado recientemente en su calle. En el momento de entrar ella, reconoció a Dios detrás del mostrador.
“¿Qué vendes en tu tienda?”, le preguntó.
“Todo lo que te apetezca”, contestó Dios.
La mujer casi no pudo creer la suerte que tenía, pero decidió aprovechar la oportunidad y pedir solo lo mejor.
Caviló durante un buen rato y después realizó su pedido.
“Quiero amor y felicidad para toda la vida, y paz para mi alma”, dijo. “También me gustaría tener sabiduría y valor para no tener miedo nunca jamás”. De nuevo, estuvo un rato pensando para no olvidarse de nada. “Ah, si”, continuó, “no solamente quiero lo que te he pedido para mí, sino también para todos los hombres de la Tierra”.
Dios sonrió y dijo:
“Querida, yo creo que me has entendido mal. Aquí no tenemos frutas. Aquí solo hay semillas”.
MARLIES Y KLAUS HOLITZAKA